«En Villa de Merlo no tenemos una temporada alta en el año, sino varias»
Lo afirmó la secretaria de Turismo, Lucía Miranda, en declaraciones a la agencia Télam.
30/05/2016
«Nosotros no tenemos una sola temporada alta en el año, sino varias, con diferente demanda», expresó Miranda en declaraciones a Télam, pero destacó que «el otoño tiene la particularidad de un clima más estable y genera que los colores de la sierras tengan múltiples tonalidades; sólo se da en otoño, es único y es un especial atractivo para mucha gente».
Por eso, siguió la funcionaria, se hace desde mañana y hasta el domingo el Encuentro de Pintores Paisajistas, «algo digno de ver, porque es inimaginable eso de tener a 400 personas pintando las serranías al mismo tiempo, para luego exponer sus obras en la plaza principal».
Esta es la 25ª edición del encuentro, «que surgió a partir de la idea de dos vecinas que son pintoras y se extendió a nivel nacional e internacional, porque ahora tenemos jurados que vienen de Mozambique y de Chile», añadió.
Para el turismo de este fin de semana, precisó, «hemos armado paquetes turísticos acordes y hay cabañas y alojamientos con precios para dos personas desde 400 pesos; y hay muchas alternativas, como hostels, hoteles de 4 estrellas, hoteles de 3 estrellas, cabañas de 5 soles, que serían las más importantes en cuanto a categoría».
En cuanto a la temporada en general, la funcionaria comentó que «los hoteles trabajan en su mayoría con contingentes y lo que son cabañas o posadas sí trabajan de forma independiente, entonces el turista puede concurrir por su cuenta».
«Los hoteles, tienen en esta época una ocupación de casi el 90%, es decir que están prácticamente en sistema de cama caliente, porque trabajan mucho con jubilados, y los fines de semana se suman familias que van a posadas y alojamientos más pequeños», agregó.
Sus principales emisores turísticos, apuntó, son «Buenos Aires, ciudad y provincia, también Santa Fe, parte de Córdoba, especialmente el sur; llegan en vehículos particulares o en ómnibus, porque en San Luis tenemos aeropuerto pero en la capital, a 190 kilómetros, aunque para los que llegan vía aérea las agencias de viaje les ofrecen servicios de transfer».
Entre los principales atractivos mencionó «las cascadas y arroyos, con bastante agua porque dependen de las lluvias, y hemos tenido buenas lluvias,lo mismo que los diques cercanos», además de actividades como ciclismo, tirolesa, senderismo y cabalgatas.
«Todo lo que es tirolesa es importante, porque se hace entre miradores; hay que animarse pero es fantástico, como la que va desde el Mirador del Sol hasta el de Los Cerros, que es bastante imponente», aseguró.
Sobre el senderismo, explicó que es «con interpretación de la naturaleza y apto para toda la familia, con una opción de largo alcance y un nivel de dificultad mayor, pero la mayoría son senderos cortos y fáciles, pensados para las familias y gente grande».
También los recorridos en bicicleta, dijo, «fueron pensados para grupos familiares, por las sierras, con paradas en los arroyos, donde pueden mojarse los pies o tomar mates y continuar, como una actividad recreativa» y acotó que las cabalgatas se hacen en toda la sierra de Comechingones, tanto del lado de San Luis como de Córdoba.
Otro atractivo en desarrollo, contó es el avistaje de aves, «en colaboración con el Club de Observadores de Aves de la Ciudad de Merlo, ya que en la Villa y alrededores hay más de 200 especies, por supuesto que van variando a lo largo del año, y se pueden ver desde cóndores en la parte alta hasta naranjeros en el valle».
Miranda se refirió al turismo religioso y mencionó el producto Fiesta de la Fe, que tiene el Camino de la Fe, «que recorre iglesias y otros templos, católicos y evangelistas adventistas, que es comercializados por las agencias de viajes, en tanto nosotros desde la Secretaría hacemos un recorrido gratuito, pedestre».
El microclima de Merlo, calificado como el tercero en calidad del mundo -después de sendos puntos en Suiza y California- tiene una media de 20 grados, con mayor amplitud térmica durante el invierno.
Otras actividades que preparan para esta temporada, son la Semana Verde, en junio, y la Fiesta Nacional de la Dulzura, en agosto, también aptas para grupos familiares, que se desarrollarán en el Parque Recreativo, que cuenta con una pista de grandes dimensiones donde habrá números artísticos.
Senderismo en Villa de Merlo durante la Semana Santa
La actividad de senderismo es una de las de mayor crecimiento y auge en estos últimos tiempos. Tener la posibilidad de recorrer un atractivo a pie nos permite no solo conocer desde adentro la belleza que identifica a un lugar, sino también poder vivenciar
23/03/2016
Otro de los aspectos más valorados de esta actividad es la posibilidad de ejercitarnos de manera recreativa y poder compartir con un grupo de personas el desafío de superar un desafío de una manera amena y distendida.
Villa de Merlo, a través de la Secretaria de Turismo, propone varias actividades para los amantes de la sierra y los senderos. Con diferentes propuestas que se ajusten a los diferentes perfiles, tanto turistas como merlinos podrán ver la ciudad desde otros puntos de vista!
Sendas y molles: de dificulta fácil, este sendero te mostrara el interior del bosque serrano, con los ejemplares más representativos de nuestra flora típica!
Mogote Bayo: un sendero de dificultad media que no solo te permitirá apreciar la hermosura desde lo alto, sino que también te invitara a hacer un Vía Crucis como pocas veces podrás hacer!
Guiadas poéticas en el Algarrobo: en un mini trekking, atravesaras un típico bosque de algarrobos, hasta llegar al abuelo de barbas vegetales, catedral de los pájaros, que inspirara a nuestro máximo poeta, Antonio Esteban Agüero.
Circuito Damiana Vega: No solo podrás disfrutar de una salida de avistaje de aves, donde podrás apreciar a los cantores más conocidos de la villa, sino que además descenderás por uno de los caminos más representativos de nuestro paisaje y te sentirás verdaderamente al pie del gran comechingones!
Don Feliz y Sacha Juan: adentrándonos en una reserva privada, ubicada en el corazón de Piedra Blanca Abajo, podrás desandar el camino casi virgen junto a un grupo de entusiastas de la naturaleza para disfrutar del trinar de nuestras aves merlinas.
La XXV edición de la Fiesta Nacional de la Dulzura de Villa de Merlo, San Luis, fue la excusa perfecta para pasar unos días en esta villa serrana y conocer sus atractivos y propuestas turísticas: caminatas, paseos en cuatriciclo, tirolesa, gastronomía, historia, cultura y un clima inmejorable en un entorno paisajístico de gran belleza.
Country Club Chumamaya
El último fin de semana estuve en Villa de Merlo, provincia de San Luis, para participar de la Fiesta Nacional de la Dulzura y disfrutar de unos días a pleno sol y con temperaturas de más de 20°C.
Llegué a Villa de Merlo sin conocer el destino y me fui de allí queriendo volver.
La villa, una localidad que vive exclusivamente por y para el turismo, está ubicada en el Departamento de Junín, en el noreste de la provincia. Las Sierras de los Comechingones, en uno de cuyos extremos está asentada la villa, hacen de límite natural entre las provincias de San Luis y Córdoba.
Las sierras son el alma de la villa y en ellas se concentran una gran variedad de actividades que permiten apreciar y disfrutar su privilegiado entorno natural.
Tirolesa en el Mirador del Sol
Actividades al aire libre y miradores
Desde la villa, y siguiendo un camino serpenteante en perfecto estado, se asciende hasta poco más de los 2.000 metros, hasta “el filo”, como los merlinos llaman a la cima de las sierras. Desde aquí, desde el Mirador del Filo, si miramos hacia el este veremos el Valle de Calamuchita, en Córdoba; si miramos hacia el oeste, apreciaremos el amplio y verde Valle de Concarán (también llamado Valle de Conlara) donde está asentada Villa de Merlo.
El Filo, cima de las Sierras de los Comechingones
A lo largo del camino hay distintos puntos para realizar lanzamientos en parapente y tirolesa. Yo me tiré por una tirolesa de 750 metros de largo (dos tramos de 400 y 350 metros) y de alrededor de 60 metros de altura: Tirolesa del Sol, ubicado en el Mirador del Sol, una parada obligada de camino “al filo”.
Otro de los miradores serranos que visitamos fue el Mirador del Peñón Colorado, desde donde se tiene otro vista del Valle de Conlara y del exclusivo country club Chumamaya.
Ya a ras del suelo, dimos un paseo en cuatriciclo por los caminos de tierra adyacentes a la villa, en la zona del Parque de los Nogales. Atravesamos barrios apacibles donde entre los árboles y las plantas de flores se vislumbraban lujosas construcciones y hermosas vistas de las sierras. Este servicio lo presta la empresa Iahia-titi y es una divertida y vertiginosa manera para empezar a conocer Villa de Merlo.
Paseo en cuatriciclo por el Parque Los Nogales
Paseos históricos y culturales
Además de los paseos en torno al centro histórico que tiene como epicentro a la Plaza Marqués de Sobremonte y a la Capilla Nuestra Señora del Rosario, se puede ingresar a la historia pre y post colonial de la ciudad visitando diferentes puntos de la villa, algunos de ellos: Yucat – Parque Temático Tierra de Comechingones; la Casa del Poeta Antonio Esteban Aguero; el Museo Taller del escultor y poeta Juan Carlos Ortega y el sitio histórico del Algarrobo Abuelo.
Yucat – Parque Temático Tierra de Comechingones
Esto es solo un breve resumen de todo lo que hice durante la visita a Villa de Merlo.
En las próximas semanas iré publicando más posts con más datos, fotos y videos y profundizando en algunas de las actividades que más me gustaron.
El fam press organizado para la Fiesta Nacional de la Dulzura fue organizado por el Emiprotur Villa de Merlo (Ente Mixto de Promoción Turística).
La histórica Villa, con su benéfico microclima y su promedio anual de 300 días de sol, invita al turismo aventura, a descubrir senderos serranos en cuatriciclos, a pie y a caballo, a vivir como un pueblo comechingón y a paladear el gustoso chivito puntano.
Por Dora Salas
Fotos de Dora Salas
Paseo entre la roca viva y el cuarzo blanco, un viaje al Precámbrico puntano
“Merlo es mi lugar en el mundo”, afirma Juan José, un uruguayo radicado en la Villa, donde se dedica a transfers y paseos, mientras conduce desde el aeropuerto de la capital puntana hacia la ciudad ubicada en el noreste de San Luis, sobre la falda occidental de las Sierras de los Comechingones.
Una soleada y diáfana tarde invernal enmarca sus comentarios durante los 190 kilómetros de autopista entre el aeropuerto Brigadier Mayor César Raúl Ojeda y la Ciudad Villa de Merlo, tercer microclima del mundo detrás de las costas californianas y de Suiza, aunque algunas fuentes citan a las islas Canarias en el lugar del país alpino. La interrelación de factores topográficos y ambientales da origen a esta joya climática, dueña de una atmósfera cuyas proporciones de ozono son más elevadas que las normales, generadora de óxido nitroso y con altos porcentajes de ionización negativa, que produce relajación y reduce el estrés.
LOS NUMEROS IDEALES Merlo, con una temperatura media anual de 20 grados, una altitud que oscila entre los 800 y los 1200 metros sobre el nivel del mar y la orientación del cordón montañoso que frena los vientos húmedos del Atlántico, atrapa desde las primeras décadas del siglo pasado a quienes buscan descanso y aire puro, pero energizante a la vez.
Estas características funcionan durante todo el año como imán turístico, pero también para los “venidos y quedados” a vivir en la Villa que, a la par de los “nacidos y criados” en ella, tratan de preservarlas y sumar actividades que permitan su mayor aprovechamiento.
El ecoturismo y el turismo aventura son el eje de las nuevas propuestas, que apuntan sobre todo a jóvenes y adolescentes, para los que también hay un boliche nocturno, bares y cervecerías. Parapentismo para emular a los pájaros, tirolesas para balancearse a varios metros de altura por cables de acero que unen laderas serranas, rappel para desafiar descensos verticales y senderismo para adentrarse en la naturaleza son actividades que se agregan a cabalgatas y ciclismo por sendas poco transitadas.
La mañana se presenta ideal para trepar hacia el Filo de la sierra, a unos 2100 msnm, y alcanzar el faldeo limítrofe entre las provincias de San Luis y Córdoba. “A ponerse los cascos, los guantes y los anteojos de sol”, invita Claudio, responsable y guía de Parada Fox, experto en travesías “para todas las edades” con cuatriciclos 4×4 de 500cc.
Entre pajas bravas, cuarzos blancos y rosados, restos de mica que destellan al sol y rocas cuyo origen se remonta al Precámbrico, la mirada se pierde hacia el Valle de Conlara, del lado merlino, y el Valle de Calamuchita, del lado cordobés.
Los cuatriciclos, después de cómodos 11 kilómetros de ascenso por ruta asfaltada, superan otros tantos en huellas resbaladizas, desafiando montículos y vertientes como si saltaran de roca en roca. En total, dos horas y media de travesía hasta el Hueco del Cencerro, un refugio a 2000 msnm junto al arroyo Horco Molle, con saltos y piletones que en verano invitan a zambullirse.
Entre cóndores y águilas moras, sauces mimbre y tabaquillos, el nombre del lugar “lo pusieron los mineros que trabajaban en la zona, rica en wolframio y cuarzo, además de otros minerales y piedras semipreciosas, de los años ’20 a los ’50 del siglo pasado”, explica Francisco Roure. Y sin vacilar, mientras encabeza la caminata hacia una gran “chimenea de cuarzo” natural, como Juan José Capdevielle enfatiza que ha encontrado “su lugar” en la soledad y los cielos estrellados del refugio.
Al recorrido se suma Lola Bejarano, de la cordobesa Estancia Corralito, que organiza cabalgatas “de cuatro o cinco días para cruzar la Sierra de los Comechingones, desde La Paz, en Córdoba, hasta El Hueco del Cencerro” para llegar al refugio de Francisco, donde el “vecino más cercano está a ocho kilómetros”.
Durante el regreso a la Villa, una pareja de cóndores pone el broche de oro a la aventura sobrevolando majestuosa los cuatriciclos que zigzaguean hacia el valle.
El Algarrobo Abuelo, un imponente ejemplar que es el gran emblema de Merlo.
PEQUEÑO CENTRO Lejos de los senderos empinados, el Centro Histórico urbano, puesto en valor y con calles semipeatonales, comienza en la Plaza Fundacional. “Junto a la preexistente Capilla de Nuestra Señora del Rosario, de 1720, el comandante Juan de Videla, por orden del Marqués de Sobremonte, oficializó en 1797 la creación de la Villa de Melo –que una posterior deformación fonética transformó en Merlo– en memoria del virrey del Río de la Plata Don Pedro Melo de Portugal”, explica Gabriel Magnago, docente de la Tecnicatura de Turismo en la facultad local y guía merlino.
La capilla colonial, con paredes de un metro de espesor, pisos de gruesos ladrillones e imágenes antiguas del Santo Cristo y de la Virgen Patronal, fue declarada Monumento Histórico Nacional. Frente a ella, la fundacional Plaza Sobremonte luce la reconstrucción del aljibe de fines del siglo XIX, el primero comunitario de la Villa, y alberga en el ramaje de sus plátanos –como un “verdadero dormidero de aves”– a tordos locales y viajeras golondrinas provenientes de Estados Unidos.
A pocos metros, la vieja casona de Felipe “Pocho” Urquiza, fallecido cuentista y poeta, ofrece en una bien ambientada pulpería cocina de olla y “vermú”, mientras el Almacén Juancito y la cantina Don Rafael, en la tradicional casa del pionero italiano Santiago Ciancia, esperan con “criollitos”, “galletas” y “pan de piso” rigurosamente cocidos en horno de leña.
“Padre y señor del bosque,/ Abuelo de barbas vegetales”, escribe el poeta Antonio Agüero, oriundo de Merlo, en la “Cantata del Abuelo Algarrobo”, saludo a un ejemplar blanco de ese árbol de unos 1200 años de vida. Su tronco se alza gigantesco entre poemas y grabados de Beatriz N. Ramírez, familiar del escritor, en el predio que ella administra y abre a los visitantes.
También Leopoldo Lugones, nacido en Córdoba, estuvo vinculado a Merlo, donde solía descansar en una casa del barrio de Piedra Blanca, pues su esposa, Juana González, había nacido en la Villa. El camino cultural merlino incluye, frente al Casino Dos Venados, una espectacular obra del escultor argentino Pérez Celis (1939-2008): El ojo del tiempo, cuyos dos relojes de sol –uno vertical y otro horizontal– marcan la hora solar corregida por longitud local y huso horario.
A más de mil metros de altura, junto al límite entre San Luis y Córdoba
COMECHINGONES Para viajar en el tiempo, el Parque Temático Yucat, Tierra de Comechingones permite “trasladarse al siglo XVI, alrededor de 1550, conocer la vida cotidiana de los antiguos habitantes del Valle de Conlara, sus casas, su vestimenta y sus creencias”, dice Alberto Segade, creador del emprendimiento familiar. “Queremos que no se pierdan los valores de esta civilización”, agrega, y destaca que instalar las escenografías sobre el pueblo comechingón le exigió seis años de estudios. “Ahora, en el paseo, todos somos comechingones”, sintetiza mientras pinta máscaras en el rostro de los visitantes. Finalmente, el circuito termina con una consigna que subraya el secretario de Turismo local, Miguel González Santa Cruz: “Soy vecino, soy turista”, una iniciativa de cinco municipios, dos de San Luis –Villa de Merlo y Potrero de los Funes– y tres cordobeses, La Falda, Santa Rosa de Calamuchita y Villa Carlos Paz, con descuentos del 20 por ciento en más de 500 establecimientos para los residentes. Como para que lo aprovechen los visitantes que estén pensando en convertir a Merlo en “su lugar”.
Cerro Áspero fue un símbolo de la minería de Córdoba hasta que dejó de trabajar hace 45 años. Con los restos, se fue forjando Pueblo Escondido, que hoy atrae a visitantes.
Cerro Aspero, escondido entre las montañas.Foto La Voz
En lo alto de las sierras de Córdoba, a un puñado de kilómetros de San Luis, Cerro Áspero es un emblema para los amantes del montañismo de todo el país. En los últimos años se transformó en una meca para quienes ascienden a pie, en moto o camionetas doble tracción hasta esas alturas.
El sitio ofrece una referencia única e ineludible: el pueblo minero que se desarrolló en sus entrañas, que albergó a unos 400 obreros desde principios del siglo pasado hasta 1969. De allí extraían tungsteno (o wolframio). Cuando hace 45 años su extracción dejó de ser rentable, la gran mina y el pueblo montado a su alrededor quedaron abandonados. Pero su mito, y su espíritu, están ahí.
Cuando la apertura de la economía terminó de sepultar el mineral, reemplazado por el importado de China a menor precio, el pueblo quedó vacío de mineros. Pero décadas después se toma venganza y se llena cada fin de semana de turistas.
Los pabellones donde descansaban los obreros y las otras dependencias fueron adaptadas para los visitantes, respetando sus líneas para conservar su valor histórico.
El espíritu del lugar cautiva a cada visitante, que no deja de imaginarse a las mulas cargadas de tungsteno saliendo por los senderos.
La refundación
Carlos Serra fue quien transformó el pueblo minero abandonado en un refugio de montaña. Serra es el “inventor” de Pueblo Escondido. Además del tungsteno bajo tierra, cerro Áspero posee un entorno natural de gran belleza, rodeado de cerros, a orillas del río Paso del Tigre.
Desde los años ’90, Serra recuperó parte de aquel pueblo minero, apuntalando el lugar con fines turísticos y manteniendo sus líneas históricas. Debió reconstruir mucho de lo que la gente ya había destruido. Del pueblo dejado por los mineros se habían llevado mucho.
A casi 25 años de esa idea de “refundarlo”, el sitio está vivo, abierto todo el año.
El secreto, asume Serra, fue permanecer, pese a las complejidades y adversidades de sostener ese espacio en medio de la montaña, en un punto de no tan sencillo acceso.
Hasta 1935, cuando se inauguró el camino de 60 kilómetros entre el Áspero y La Cruz, en Calamuchita, el material salía a lomo de mula hacia San Luis, para que luego vía tren llegara a Buenos Aires. El pueblo tenía hasta usina eléctrica propia.
Energía especial
Cristian Polo Friz es un personal trainer y guardavidas cordobés, que visitó el Áspero al menos 15 veces. Reconoce que esta aventura genera un plus respecto de otras.
“El lugar tiene una energía especial y uno logra transportarse medio siglo atrás, cuando en lo que hoy es una mina abandonado, había un pueblo en medio de la alta montaña, con cientos de trabajadores”, señala.
En cada viaje, que por lo general organizan en caravanas de dos o más vehículos, se despliega una especie de cofradía donde se debate de prestaciones de las camionetas “cuatro por cuatro” y de la naturaleza.
Para los que llegan en vehículo, el tramo final requiere de una destreza especial del conductor. Hasta unos kilómetros antes, llega casi cualquiera. Luego, la senda sube y baja en duros escalones de piedra pelada, que es sólo para peatones, motos, cabalgatas, bicicletas todoterreno o camionetas de doble tracción.
“Nos gusta la montaña, pero lo mejor es esto de conocer gente y compartir estos momentos”, dispara Gabriel Taritolay, mientras tomaba un mate en una ronda que se armó en un campamento en los “pinares”, un espacio ubicado tres kilómetros antes de Pueblo Escondido. Sobre el fogón, se recalentaba un pollo al disco que había quedado del día anterior.
Fue colocado por una merlina que caminó casi 800 kilómetros para colgar el cartel que considera la «huella de su pueblo». Está ubicado en un lugar emblemático. Aquí la historia.
“Nadie carga más peso de lo que se puede llevar en la espalda”, dice Romina Forray al recordar su caminata de 36 días con una mochila al hombro por el Camino de Santiago. La mochila representa para los peregrinos el peso de la vida. Y a medidas que desandan el mítico Camino descubren cuántas cosas uno carga de más a lo largo de los años y son innecesarias. En ese andar de soledad en paz, Romina asegura que las personas se encuentran con la “abundancia de la austeridad”.
El Camino de Santiago es una ruta que recorren los peregrinos procedentes de todo el mundo para llegar a la ciudad de Santiago de Compostela, ubicada en la región de Galicia, donde se veneran las reliquias del apóstol Santiago el Mayor. Romina y su padre lo recorrieron hace un año y eligieron la ruta francesa, declarada patrimonio histórico de la humanidad por la UNESCO. Fueron 798 kilómetros de caminata, recorridos en 36 días y 228 horas. El tiempo que en la década del 20 o del 30 tardaban los barcos en llegar desde un puerto español a la argentina cargados de emigrantes. Otras rutas. Otro peregrinaje, pero que llevaba consigo el sentido del despojo.
Ella, al igual que otros peregrinos noveles, había colocado en su mochila elementos de los que luego prescindió. O canjeó por otros más simples y livianos. Pero de algo Romina no se desprendió: en su mochila llevaba dos carteles de madera con el nombre de su pueblo “Villa de Merlo”, hechos por un artista local, decorados con los colores de argentina y que señala la distancia entre Merlo y el pueblo de Manjarin, en León, España. Son exactamente 10.256 kilómetros.
Allí, con unos clavos que una anciana regaló a Romina en el Camino y un martillo prestado, la joven merlina colocó el cartel de lo que ella llama sin dudar: “mi pueblo”. Junto a ese cartel hay otros colgados de ciudades importantes: Roma, Jerusalén, Machu Pichu o Santiago, son algunos de ellos. Cada uno colocado en ese refugio templario y adorado por los peregrinos. Es un monasterio de comodidades austeras y sus pobladores siguen las pautas de la vida monástica. “Yo quería dejar la huella de mi pueblo en ese lugar”, dice Romina al contar su experiencia donde cada día por el Camino no estuvo ausente la incertidumbre de los pasos pero siempre encontró una mano diligente.
En Manjarín, Romina fue recibida por Tomás Martínez, quien representa a los templarios y en su albergue ofrece lo poco que hay. Tomás hace años abandonó trabajo y vida personal. Entonces se embarcó en la servicial misión de custodiar el largo caminar hacia Santiago. En ese refugio de ambientación medieval los andariegos no hallan demasiadas comodidades ni lujos (no tiene baños ni duchas) aunque sí un lugar con energía donde poder descansar y orar tres veces al día. A lo largo de los años fue dándose a conocer por su costumbre de tocar una campana, vestido con túnica blanca y cruz roja, al paso de los caminantes.
Tomás armó en minutos un festejo con los visitantes y peregrinos, cuando el cartel de “Villa de Merlo” fue clavado por Romina. Él, al igual que otras personas, ofician de “hospitaleros”, una tarea dedicada a brindar ayuda a las personas que caminando o en bicicleta recorren miles de kilómetros para llegar a Santiago de Compostela.
Tampoco se desprendió Romina de dos piedras que llevaba en su mochila. Cada una representaba un pedido íntimo. Personal. Una ofrenda, que dejó en otro punto del Camino, en la Cruz de Ferro, -ubicada unos kilómetros antes de Manjarín- donde los caminantes depositan esas rocas en una ceremonia privada. Allí, un cúmulo de piedras de todo el mundo se alza en el medio de la nada y sostienen una cruz de hierro. Cada una tiene un significado. Quizás para desprenderse de los tormentos de la memoria. O piedras que alejen para siempre las brumas de las pesadumbres, que a veces nublan la vida.
EL LARGO ANDAR
El Camino de Santiago puede iniciarse desde cualquier lugar de Europa, o del mundo. Muchos peregrinos lo comienzan en España, otros en Portugal, en Francia, en Italia, en Alemania, en Inglaterra, y hasta en los Estados Unidos de América, en Brasil o en Israel. Lo habitual y más autentico es realizarlo a pie, pero hay quien lo recorre en bicicleta y a caballo. Romina y su padre eligieron la ruta francesa. Lo recorrieron cada uno a su ritmo pero sintieron que lo hicieron juntos. Él quería llegar a destino. Ella se detenía a mirar amapolas y trigales.
Todos aconsejan caminar un promedio de 30 kilómetros al día. Cada tanto se encuentran albergues, que suelen ser gratuitos y están regidos por los hospitaleros, sus guardianes, que a veces ayudan y algunos sanan las heridas de los pies a los peregrinos.En un punto del Camino hasta se ofrecen abrazos. Otros sitios están sin ningún custodio. Pero en el interior, los peregrinos encuentran lo necesario: agua, jugos, frutas secas, galletitas. Cada caminante toma lo necesario y dejan un “donativo”. Alguien por la noche volverá a colocar los alimentos necesarios para los viajeros.
Algunos albergues disponen de cocina. Y otros con camas que se hallan en dormitorios comunitarios, en literas dobles o triples y, por lo general, no se ofrecen sábanas. Por eso, se usan las bolsas de dormir. Allí se descansa. La mayoría de los peregrinos se colocan tapones en los oídos para escapar de los ronquidos. Para no escuchar los sollozos o el pastoreo de los rencores, que se murmura en la oscuridad.
El Camino está siempre señalado con flechas amarillas o con un azulejo con la concha de una vieira dibujada, sobre mojones, en los árboles, en los letreros de la carretera, en las paredes de las casas, o en el pavimento. Siempre hay que seguir la flecha amarilla, que Romina promete pintar en cuando tenga su casa propia. Para que sepan que por allí también pasa el Camino.
Durante el largo trayecto, Romina convivió con otros caminantes. Todos se saludan con la misma frase: “buen camino”. Una ruta cosmopolita y de múltiples lenguas. Donde cada día es igual pero distinto. Los pies se llagan. Duele la espalda. Se doblan las piernas.El humor se trastorna y uno aprende a curarse sus propias heridas.
Romina en su andar se encontró con una mujer norteamericana con el corazón roto: su esposo de un día para el otro le dijo que no la amaba más. Habían convivido 20 años. También auxilió a un alemán que sufrió una extraña picadura en la pierna y que era alérgico. Ella reconoció que ese hombre estaba cercado por la autoridad de la muerte. Lo arrastró doscientos metros hasta un lugar donde logró llegar la ambulancia y la Guardia Civil. También acompañó a un chileno a colocar la placa de su mujer fallecida en el Camino. Romina dice que el Camino es “más espiritual que religioso” y que se aprende a observar las pequeñas cosas de la vida. Y que en los momentos de debilidad surge la inspiración de un aliento que permite avanzar.
Fueron 36 días y casi 800 kilómetros. Romina logró dejar la “huella de su pueblo” en Manjarín. Soportó días de atención en un hospital y llegó a sentir que el Camino la sacaba de la senda. Sin embargo siguió. Llegó junto a su papá a Santiago de Compostela en la semana que se celebraba el Día del Padre. Tras ese peregrinaje, un cartel de Villa de Merlo ahora está colocado en un lugar emblemático de Europa. “Mi pueblo”, como dice Romina. Cuyas montañas conoce como nadie. Porque en su andar cotidiano, su memoria registra en qué curva del camino al filo hay sombra. En cual el viento empuja por la espalda. Y en donde se hallan las flores rojas. Percepciones de la vida que solo se aprenden cuando la vida se mira desde otro lado. Son el legado del Camino a Santiago, que en Villa de Merlo tendrá también su flecha amarilla.